Desde 1908, las iglesias del Líbano comenzaron a conmemorar el Día de Nuestra Señora del Líbano en una solemne ceremonia, cada primer domingo de mayo.
Ese día se erigió la estatua de la Virgen María, en un nuevo santuario sobre las colinas de Harissa.
Es interesante destacar las distintas etapas que atravesó el santuario, desde la idea de su construcción hasta el presente.
La idea de construir el santuario. El entonces Patriarca Maronita Elías Hoyek, Patriarca de Antioquía y de Todo Oriente, y el Delegado Apostólico en Líbano y Siria, Arzobispo Carlos Duval, fueron los primeros en concebir la idea de construir el santuario de Nuestra Señora del Líbano.
El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX estableció el dogma de la Inmaculada Concepción y lo anunció a través de su autoridad apostólica infalible. El mundo católico se vio conmocionado por este gran evento, que trajo alegría y felicidad a los fieles.
En 1904, para conmemorar el cincuentenario del dogma, el patriarca Hoyek y el Arzobispo Carlos Duval, al ver la devoción y la fe del pueblo libanés por la Virgen, pensaron en construir un santuario que perpetuara la memoria de la confirmación de la Inmaculada Concepción y resaltara el amor de los fieles locales hacia María, transmitido a través de las generaciones.
Después de consultar con varios obispos y otros dignatarios religiosos, los dos prelados decidieron nombrar al monumento "Nuestra Señora del Líbano".
Esta idea maravillosa, inmortalizada por la historia, tuvo un amplio impacto. Después de estudios y consultas con varios ingenieros y arquitectos, eligieron la región llamada "La Roca", en la cumbre de Harissa.
La Roca "La Roca" es una espléndida colina, que domina el panorama de la ciudad de Jounieh, y el Mar Mediterráneo, así como de Beirut y la montaña. Está situada en el barrio de la Embajada del Vaticano (entonces llamada "Legación Papal") y a corta distancia de la residencia del Patriarca Maronita de Bkerky, una región de gran belleza.
Los constructores eligieron esta colina como símbolo del esplendor y santidad de la Virgen María, Nuestra Señora del Líbano. De esta manera, se erigió un hermoso santuario, con una estatua artística de la Inmaculada Concepción.
El monumento fue hecho en Francia de bronce moldeado. Mide 8,50 metros de alto, con un diámetro de 5 metros, y pesa 10 toneladas. Es único por su belleza.
La Virgen extiende sus brazos hacia la capital, Beirut, como diciendo: "Vengan a mí, fieles, y sean saciados con mis bendiciones".
El pedestal es de piedra natural. Tiene una altura de 20 metros, con una plataforma inferior de 64 metros y otra superior de 12 metros. Para llegar a los pies de la estatua, hay que subir por una escalera circular de 103 escalones.
El pequeño santuario y el pedestal de la estatua fueron completados a fines de 1907, por el constructor Ibrahim Makhlouf, de Ain-El-Rihaneh, y supervisados luego por el Presidente General de la Asociación de Misioneros Libaneses, Padre Chekrallah Khoury, Arzobispo de Tiro.
Inauguración Después de completar la construcción del santuario, se fijó la inauguración para el primer domingo de mayo de 1908. En ese día histórico, llegaron delegaciones de todo el mundo, con sus banderas e insignias. Las plazas públicas y las regiones vecinas estuvieron colmadas de gente.
A las 10 de la mañana, el Delegado Apostólico Frediano Giannini comenzó la ceremonia religiosa con la bendición del santuario y de la estatua. Luego, Su Beatitud el Patriarca celebró la Misa Pontificia junto con varios obispos y sacerdotes. Estaban presentes el gobernador de Monte Líbano, el brigadier del ejército libanés y otros altos funcionarios.
Durante la misa, Su Beatitud dio una elocuente homilía sobre el amor de los libaneses y su destacada devoción a la Virgen María. La celebración concluyó con una procesión con la imagen de la Virgen en la plaza del santuario, y Su Beatitud anunció que el aniversario de Nuestra Señora del Líbano se celebraría todos los primeros domingos de mayo.
Conservación y administración del Santuario Desde la construcción del Santuario, su propiedad y cuidado estuvieron en manos de la Iglesia Maronita y de las del Rito Latino. Esto se estipuló en el acuerdo formalizado en Bkerke el 18 de enero de 1907.
Se decidió confiar el servicio y la administración del Santuario a la Asociación de Misioneros Libaneses. El presidente general en ese tiempo, Padre Joseph Moubarak, llevó a cabo la transmisión oficial en la Legación Papal en 1908.
Desde que la Asociación de Misiones Libaneses se hizo cargo de la administración del Santuario, ha llevado a cabo diversas construcciones después de adquirir propiedades adyacentes que lo convirtieron en un lugar de peregrinaje nacional e internacional.
Cuando los visitantes observaron los trabajos de renovación realizados en el Santuario y sus alrededores, comprobaron el valor de este proyecto religioso, y lo hicieron saber en sus elogiosos comentarios escritos en el Registro de Visitas. Entre ellos: "Las obras de renovación de nuestro Santuario reavivan en nuestros corazones las emociones dignas de nuestra devoción y restauran las virtudes de la vida cristiana en el Líbano, oh Madre de vida y piedad".
Harissa: Santuario de Oriente. Durante la instalación y la inauguración del Santuario de Nuestra Señora del Líbano, nadie pensó que la pequeña aldea de Harissa se convertiría en lugar de peregrinación cristiana de los países de Oriente. Sin embargo, esto no debe extrañar, dado que Cristo vino de Belén, los milagros fluyeron de la gruta de Lourdes, y la Reina de los Cielos se elevó sobre Harissa como los cedros del Líbano.
En un principio, tanto el Patriarca Maronita como el Delegado Apostólico intentaron simplemente instalar un monumento. Sin embargo, el amor de los libaneses en general y de los cristianos en particular convirtió a esta Basílica en lugar de peregrinación y santuario internacional.
Como el Santuario de la Virgen se construyó en Harissa y su estatua se erigió en su cumbre, distintas delegaciones comenzaron a marchar hacia la montaña sagrada, con fieles provenientes del Líbano, Jordania, Palestina, Egipto, Europa y América, entre otros. Venían a unir sus voces a los ecos de las generaciones que siempre han venerado a la Virgen.
Entre los visitantes se cuentan, no sólo autoridades espirituales y seculares, sino gente de todos los estratos sociales y de todo el mundo, y su número asciende a millones.
Características Cada santuario del mundo tiene sus propias características, y el de Harissa tiene un carácter familiar. Desde su construcción, familias enteras acuden y se postran a los pies de la Virgen, con dádivas y oraciones. En el Libro de Visitas del Santuario, se pueden leer los testimonios más sinceros y conmovedores.
Una mirada a la estatua de la Virgen sobre esta colina encantada inspira a poetas y artistas con el esplendor de su representación, la sutileza de sentimientos y la delicadeza de expresión.
En sus viajes y tours, los turistas buscan monumentos históricos y belleza. Se quedan deslumbrados con el templo de Baalbeck, los monumentos de Jbeil, Tiro, Sidón y Beirut, y los cautivan los Cedros legendarios. Sin embargo, a los pies de Nuestra Señora del Líbano en Harissa, sienten reverencia y veneran la pureza y la piedad.
El nombre de Nuestra Señora del Líbano ha atravesado los países de Oriente y de Occidente. Dondequiera que vaya un libanés, siempre mencionará al Líbano y a Nuestra Señora, siempre buscará su presencia en su casa y en el trabajo, en sus arribos y partidas, en su felicidad y tristeza, en sus dificultades y prosperidad.
Uno de los eventos más importantes del Santuario fue la celebración del jubileo por el 50º aniversario de su construcción, en 1954, que también fue el centenario del dogma de la Inmaculada Concepción. Durante esta celebración, el Papa Pío XII envió al Líbano a su representante, el Cardenal Ángelo Roncalli, quien luego sería elegido Papa bajo el nombre de Juan XXIII.
Ampliación del templo Desde este jubileo histórico, ha habido un aumento anual de visitantes del Santuario, especialmente en mayo, el mes de la Virgen. Se planteó entonces el problema de la insuficiencia de espacio para albergar a tantos peregrinos. Los administradores recurrieron entonces a una solución contemporánea: erigieron una carpa hecha de plástico, madera y zinc en la plaza del Santuario, donde se llevaban a cabo todas las ceremonias religiosas durante el mes de la Virgen. Al mismo tiempo, pusieron su vista en las tierras aledañas y compraron una parcela de terreno lo suficientemente grande para construir una Basílica que pudiera contener a miles de personas.
La piedra fundamental de la Basílica fue instalada por el Patriarca Pablo Meouchi el 15 de agosto de 1970, después de optar por un plano diseñado por el arquitecto Fouad El-Khoury.
Asistieron a la ceremonia el Presidente de la República, el Primer Ministro y el Nuncio Apostólico, así como gran número de ministros, legisladores, figuras destacadas y público en general. La Asociación de Misioneros Maronitas Libaneses, a cargo de la administración del Santuario, junto con la comisión directiva, supervisó los trabajos. Éstos tuvieron lugar durante la presidencia general del Padre Sassine Zaidan, seguida en 1971 por la de su sucesor, Padre Joseph Endary.
La nueva Basílica La Basílica fue edificada con la participación de fieles libaneses y de otras nacionalidades. Desde 1990, empezaron a tener lugar grandes celebraciones. Caben en ella unos cuatro mil fieles sentados, que pueden admirar la estatua de la Virgen detrás de un vidrio de 20 metros, con 42 metros de alto. La altura del campanario es de 62 metros.
El edificio se elevó en lo alto de la colina como testimonio de la fe y la devoción y para cumplir con el anhelo común de quienes están cerca, y de quienes están lejos por mucho tiempo.
El Santuario de la Virgen Patrona del Líbano es una prueba evidente de la devoción por María, que está muy arraigada a través de la historia. Ha sido construido cerca de la cima de la montaña como monumento religioso nacional y perpetuo.
Allí estuvo el Papa Juan Pablo II, quien durante su histórica visita al Líbano el 10 de mayo de 1997, dijo a los jóvenes:
«Pidamos a la Virgen María, Nuestra Señora del Líbano, que vele por vuestro país y por sus habitantes, y que os asista con su ternura maternal, para que seáis los dignos herederos de los santos de vuestra tierra. Así contribuiréis a hacer que vuelva a florecer el Líbano, país que forma parte de los santos lugares que Dios ama, porque vino a poner aquí su morada y a recordarnos que debemos construir la ciudad terrena con la mirada puesta en los valores del Reino ».