4 de diciembre
En la fiesta de Santa Bárbara, la mártir, ¡Levántate, oh durmiente, y Cristo brillará sobre ti! Padre Agapios: Cristo habita en nuestra nave y calma toda turbulencia tormentosa
El texto original fue publicado en MECC el 2 de diciembre de 2021. Traducción y publicación por Maronitas.org en colaboración con The Middle East Council of Churches
Disponible también en árabe y en inglés.
Informe de Elia Nasrallah
Traducción de Mary Yahchouchy
En medio de las olas de violencia, de la expiación, de la cultura del odio y de la mercantilización (...) a menudo nos alejamos de la esencia misma de nuestra vida, del fundamento manifestado en la fe, la esperanza y el amor. Es cierto que no podemos negar este hecho porque nos ahogamos diariamente en grandes tormentas que nos alejan de la orilla de la seguridad, pero estamos de acuerdo en que la seguridad deseada no puede alcanzarse sin adherirse a la fe.
Aquí vuelve a la memoria una historia que siempre hemos repetido de año en año, especialmente a principios de diciembre, la historia de una chica que «no anhelaba el dinero y no se preocupaba por la belleza» como cantamos en uno de sus himnos. Pero, ¿cómo no va a importarle el dinero y la belleza, cuando son hoy, según muchos, dos elementos esenciales para asegurar una vida mejor?
La heroína de la historia, Bárbara, era tan rica que tenía acceso a la alegría real, que ni el dinero ni la belleza podían ofrecer. ¿Cómo es eso? ¿Cómo pudiste tú, Bárbara, resistir y vivir en la alegría a pesar de todo lo que has pasado?
La respuesta está una vez más en las palabras del himno: «Amó a Jesús herido, cuyas palabras alimentan el alma». Por tanto, la «fe» sigue siendo la clave para superar todas las adversidades. Bárbara se aferró a esta arma, instándonos a alejarnos de la cultura pagana, como el dinero, el prestigio y el apego a las posesiones y al poder (...) para experimentar la alegría y el amor de Cristo, lejos de las glorias pasajeras, en un esfuerzo por cruzar hacia el reino venidero.
¿Dónde está hoy Bárbara? ¿Dónde la encontramos en nuestras vidas y sociedades? ¿Y en la realidad en la que vivimos? ¿Por qué muchos jóvenes se alejan de las enseñanzas de la Iglesia y siguen otras corrientes? Planteamos estas espinosas preguntas al párroco de la Iglesia de San Elías para los griegos ortodoxos en Rabieh – Mtayleb, Líbano, el padre Agapios Naous.
El amor a Cristo, fundamento de la fe
Muchas personas hoy en día, a pesar de su adhesión a la fe, prefieren no hablar públicamente de ella, ¿por qué?
El padre Agapios cree que «una persona debe ser una Biblia abierta para que la gente la lea. Una persona que vive en Cristo, predica en su nombre y declara su fe, aunque no hable». Pero según el padre Naous, «la gente ha enfermado de pecado, porque somos débiles en la fe, y los ves luchar por botines fugaces, dedicando la vida por ellos mientras no nos esforzamos por permanecer con Cristo por la vida eterna. Este es el fruto de la pereza, del miedo y de la indecisión. Quien vive en pecado, lejos de la gracia, no puede profesar su fe».
El padre Agapios añade: «Quien ama a Cristo se convertiría en mártir en su nombre, predicaría sus palabras y declararía su fe en él cuando fuera necesario». En las últimas décadas, muchos pasaron por la cárcel y los tribunales a causa de su fe, pero el Espíritu Santo hablaba a través de ellos. En cuanto a nosotros, «cantamos fuera del enjambre de Cristo porque somos débiles en él, a causa de nuestros pecados y mientras lo que nos falta es la gloria del Señor. Nunca hemos decidido que queríamos proclamar nuestra fe, la fe se muestra por sí misma».
El miedo, enemigo de la fe en Dios
¿Cuáles son los tipos de enfrentamientos o prevenciones que nos impedirían declarar nuestra fe? Naous responde: «No creo que nadie pueda impedir que una persona proclame su fe si no tiene miedo. Nuestro problema en la vida es que somos cobardes y tenemos miedo porque nos aferramos a la tierra. Quien ama la tierra y el barro no puede proclamar el reino de los cielos. El que ama a Cristo, sin embargo, no tiene miedo. Satanás es la fuente del miedo». Según el padre Agapios, «debemos ser más fuertes que Satanás para poder declarar el amor de Cristo, así como nuestra fe. El héroe huye hacia Dios, por lo que Satanás huye entonces de él, y su fe se proclama. Muchos fueron heridos en la guerra de la vida, pero cerraron sus heridas y continuaron la lucha por lo que fueron salvados. Por lo tanto, debemos levantarnos, vendar nuestras heridas y continuar la batalla espiritual contra nuestro pecado. Hagamos un pacto con Dios y representémosle, para que su luz brille en nosotros y nuestra luz brille en la vida de la gente».
La fe, un camino hacia la paz celestial Aquí surge una pregunta, ¿quién se sacrificaría y pagaría el precio para mantener viva su fe? Responde el padre Agapios, recordando la vida de los primeros cristianos que eran «un resplandor de Jesucristo, orando, amando a Dios hasta el final, viviendo el conocimiento divino, y tratando de vencer las pasiones y los deseos, creyendo que la Divina Liturgia son momentos de eternidad que experimentan en el cuerpo, para luego salir de ella habiendo adquirido la verdadera luz de Dios». «Hoy, sin embargo, nadie en la tierra puede darnos la paz interior. Esta paz nos viene de lo alto. Quien vive en ella puede dar testimonio y morir por Cristo. Quien teme conocerse a sí mismo se aleja inevitablemente del conocimiento divino». Por lo tanto, se pregunta: «¿Cómo puede una persona morir por alguien que no conoce? Quien descuida la oración y piensa que tiene otra puerta para el arrepentimiento es engañado por el diablo. Una persona que no se ama a sí misma se sacrifica por sus seres queridos. Quien se ama a sí mismo no puede amar a Dios, ni morir por él. Por eso es importante saber por quién morimos, cómo morimos, por quién vivimos y cómo vivimos, porque hay muerte que revive y vida que mata». La gran mártir Bárbara: un modelo a seguir Entre la realidad que vivimos y la vida de Santa Bárbara mártir, aparecen muchas contradicciones entre el apego a las cosas materiales y el apego al cielo (...) ¿Cómo podemos reflejar la fe de Bárbara ante las difíciles circunstancias que atravesamos?
El padre Agapios explica: «Santa Bárbara vivió una vida difícil bajo la persecución y las presiones que la rodeaban. Pero ella sabía en su corazón que no podía ver el rostro de Dios sin pasar por su amarga experiencia. Creo que nadie puede recorrer el camino divino sin pruebas. Los santos sabían que la tentación existía. Pidieron la ayuda de Dios para permanecer firmes a través de todo ello y convertirlo en un camino de salvación. Ahora, la gente olvida toda virtud, pero ante la tentación se les ve agachar la cabeza y volver a sí mismos». «Lees en la Biblia cómo todas las cosas salen bien para el bien de los que aman a Dios –continúa el padre Agapios– y, por tanto, debemos confiar en Dios, pues del dolor viene el consuelo. Santa Bárbara mártir adoraba a Cristo, sabía que su desafortunada experiencia no podía privarla de su voluntad de convertirse en un testimonio para Cristo. Debemos seguir sus pasos, pues ella es un ejemplo palmario del amor de Cristo». Agapios aconseja: «Si caes, oh hombre, cientos de veces al día, vuelve a levantarte y sigue caminando hacia Dios. Santa Bárbara, en cada caída y tentación, se levantaba y se decía a sí misma: "Levántate, oh durmiente, y Cristo brillará sobre ti". La luz de su fe alumbraba las tinieblas del mundo. El diablo tiene el poder de arrojar las tinieblas sobre la tierra y cautivarnos en ellas, pero el poder de Dios es mucho más fuerte y más grande». La vida cristiana «nunca nos prometió un mar en calma, sino un puerto seguro. La agitación del pecado y del mal permanecerá en la tierra, nuestro mar, pero Cristo habita en nuestra nave y calma toda agitación tormentosa, por lo que llegamos a Él con la gracia como los mártires llegaron a través de la sangre hasta cantar en el reino de los cielos y vivir en el puerto tranquilo». La luz del Señor es para los hijos del Reino de los Cielos ¿Dónde está la Iglesia en todo esto? Responde Naous: «La gente no presta mucha atención a la Iglesia y se aleja de sus enseñanzas, ya que también es negligente. Por ello, debemos aprovechar todos los medios disponibles para difundir la buena nueva del reino. Lo más grande que existe es que alguien se santifique, y si lo hace, se convierte en santo para toda la comunidad. Las iglesias que se distinguen por su espíritu de oración atraen a la gente, pero también debemos ser fortalecidos por Jesucristo y contemplar su resplandor». Agapios concluye: «Los jóvenes viven en un mundo de confusión y de tentaciones que se hace cada vez más violento. Todo lo que tenemos ante nosotros hoy está distorsionado y falsificado y nos incita a pecar. Por no hablar de que los jóvenes se alejan de las enseñanzas de la Iglesia y se acercan a otras corrientes porque les atraen. Jesucristo nos dijo cómo muchos vendrán de aquí y de allá y atraerán a la gente, pero no temáis, pequeño rebaño, porque en la tierra tendréis tribulación, pero tened buen ánimo, yo he vencido a la tierra y al mundo, así que permanezcamos sanos y rectos, y no expongamos ni participemos en la exposición de los pecados de otros sin arrepentirnos de nuestros pecados. Testifiquemos en Jesucristo en nuestra resistencia, porque él nos fortalece, nos ilumina y sabe atraer a la gente hacia él». El Señor atrae a las personas hacia Él y las fortalece, pero ¿cómo podemos nosotros, a su vez, consolar a los demás y atraerlos a la Iglesia, cuando ya somos débiles en la tierra? Aferrémonos a nuestra fe, esforcémonos y recurramos al Señor, el Concedente de gran resolución y misericordia, ante todas las pruebas. Que aprendamos de Santa Bárbara Mártir, que influyó en muchos con su recta fe, y especialmente de Santa Juliana Mártir, esposa de Cristo y honrada luchadora.
Communication and Public Relations Department — MECC