San Juan Crisóstomo (c.345-407)
Sacerdote de Antioquía y luego obispo de Constantinopla, Doctor de la Iglesia
3er sermón sobre los Hechos de los Apóstoles
«En aquellos días, Pedro se puso de pie en medio de los hermanos y habló» (Hechos 1, 15). Como era ferviente y el miembro más antiguo del grupo, siempre era el primero en hablar: «Hermanos míos, es necesario que elijamos a uno de los hombres que nos acompañaban». Nótese cómo quiere que estos nuevos apóstoles sean testigos oculares. Sin duda, el Espíritu Santo vendría, pero Pedro dio mucha importancia a este punto. «Uno de los hombres que nos acompañaron todo el tiempo en que el Señor Jesús vino y se fue entre nosotros» (v. 21). Indica que debían haber vivido con él y no haber sido sólo discípulos. En efecto, al principio le seguían muchos... «Hasta el día en que fue recibido arriba, para que sea testigo con nosotros de su Resurrección» (v. 22).
Pedro no dice: «testigo de todo lo demás», sino simplemente: «testigo de la Resurrección». En efecto, sería más digno de crédito un discípulo que pudiera decir: «El que comió y bebió y fue crucificado es el que resucitó». Por tanto, no era necesario que fuera testigo de los tiempos anteriores, ni de los posteriores, ni de los milagros. Lo que se le exigía era que fuera testigo de la resurrección. Todo lo demás había sido manifiesto y anunciado, mientras que la resurrección tuvo lugar en secreto. Fue manifestada sólo a unos pocos.
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