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«Quien haya dejado casa, hermanos, hermanas, padre o madre... por mi nombre, recibirá cien veces más» (Mt 19,29)


maronitas

San Ambrosio (c.340-397)

Obispo de Milán y Doctor de la Iglesia

Comentario al Evangelio de Lucas, 7, 134


En casi todos los pasajes de la Escritura el sentido espiritual juega un papel importante. Pero en este pasaje sobre todo debemos buscar la profundidad espiritual en el hilo de su significado. ¿Cómo es que él mismo puede decir: «Mi paz os dejo, mi paz os doy» (Jn 14, 27) si ha venido a separar a los padres de los hijos, a los hijos de los padres, rompiendo su vínculo? ¿Cómo podemos ser llamados «malditos si deshonras a tu padre» (Dt 27,16) y, sin embargo, fervorosos si lo abandonamos?


Si entendemos que la religión está en primer lugar y la devoción filial en segundo lugar entonces comprenderemos que esta cuestión se aclara: pues es necesario pasar a lo humano después de lo divino. Porque si tenemos deberes para con nuestros padres, ¿cuánto más para con el Padre de nuestros padres, a quien debemos dar gracias por nuestros padres?


No dice, pues, que debemos renunciar a quienes amamos, sino que debemos preferir a Dios antes que a todo. Además, ¿no encontramos en otro libro: «Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10, 37)?


Lo que está prohibido no es amar a los padres, sino preferirlos a Dios. Porque nuestros parientes consanguíneos son una bendición de Dios y nadie debe amar los bienes que ha recibido más que Dios, que conserva las bendiciones que ha dado.

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