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“Que tu paz descienda sobre él”

San Juan Pablo II

Papa de 1978 a 2005

Discurso a los Representantes de las Iglesias y Comunidades Eclesiales Cristianas y de las Religiones del Mundo en Asís, 27 de octubre de 1986


#maronitas
San Juan Pablo II

Esta Jornada de Asís nos ha ayudado a ser más conscientes de nuestros compromisos religiosos. Pero también ha hecho que el mundo, mirándonos a través de los medios, sea más consciente de la responsabilidad de cada religión en los problemas de la guerra y la paz. Más quizás que nunca antes en la historia, el vínculo intrínseco entre una auténtica actitud religiosa y el gran bien de la paz se ha hecho evidente para todos. ¡Qué peso tan tremendo para los hombros humanos! Pero al mismo tiempo, ¡qué maravilloso y estimulante llamado a seguir! Aunque la oración es en sí misma acción, esto no nos excusa de trabajar por la paz. Aquí actuamos como heraldos de la conciencia moral de la humanidad como tal, la humanidad que quiere la paz, necesita la paz.


No hay paz sin un amor apasionado por la paz. No hay paz sin una determinación incesante de lograr la paz. La paz espera a sus profetas. Juntos hemos llenado nuestros ojos con visiones de paz: liberan energías para un nuevo lenguaje de paz, para nuevos gestos de paz, gestos que romperán las cadenas fatales de las divisiones heredadas de la historia o engendradas por las ideologías modernas. La paz espera a sus constructores. Extendamos nuestras manos hacia nuestros hermanos y hermanas, para alentarlos a construir la paz sobre los cuatro pilares de la verdad, la justicia, el amor y la libertad. La paz es un taller, abierto a todos y no sólo a especialistas, sabios y estrategas. La paz es una responsabilidad universal: se realiza a través de mil pequeños actos de la vida cotidiana. Por su forma cotidiana de vivir con los demás, la gente elige a favor o en contra de la paz…


Lo que hemos hecho hoy en Asís, orando y dando testimonio de nuestro compromiso por la paz, debemos seguir haciéndolo todos los días de nuestra vida. Porque lo que hemos hecho hoy es vital para el mundo. Si el mundo va a continuar, y los hombres y las mujeres han de sobrevivir en él, el mundo no puede prescindir de la oración.

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