San Ignacio de Antioquía (?-c.110)
obispo y mártir
Carta a la iglesia de Esmirna (trans. JH Strawley; cf breviario)
Doy gloria a Jesucristo, el Dios que os ha dado tanta sabiduría. Porque he percibido que estáis firmemente asentados en una fe inquebrantable, estando como clavados en la cruz del Señor Jesucristo en carne y espíritu, y firmemente plantados en el amor en la sangre de Cristo, estando plenamente convencidos en cuanto a nuestra Señor que es verdaderamente "del linaje de David según la carne" (Rom 1, 3) e Hijo de Dios según la voluntad y el poder divinos, verdaderamente nacido de una virgen, bautizado por Juan, para que "toda justicia se cumpla por Él" (Mt 3,15), verdaderamente clavado por nosotros en la carne bajo Poncio Pilatos y Herodes el tetrarca. Y es del fruto de su Cruz, incluso de su santísima Pasión, que debemos vivir. Porque por su resurrección "nos levantó como estandarte" (Is 5, 26) para todos los siglos, para sus santos y creyentes, judíos o gentiles, en un solo cuerpo de su Iglesia (Ef 2,16).
Por todos estos sufrimientos que soportó por nosotros para que pudiéramos ser salvos. Y verdaderamente padeció, como también verdaderamente se levantó a sí mismo. Tampoco es el caso, como afirman algunos incrédulos, que padeció en apariencia. Porque sé y creo que estuvo en la carne aún después de la resurrección. Y cuando llegó a Pedro y a los que estaban con él, les dijo: “Tomad, palpadme y mirad que no soy un espíritu sin cuerpo”. Y luego lo tocaron y creyeron, estando unidos con su carne y espíritu. Por lo cual también despreciaron la muerte, y se halló que se elevaban sobre la muerte. Además, después de su resurrección, Jesús comió y bebió con ellos, como viviendo en la carne, aunque espiritualmente unido al Padre. Ahora bien, estas cosas os exhorto, amados, sabiendo que esta también es vuestra profesión de fe.
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