San Juan Enrique Newman (1801-1890)
Cardenal, fundador del Oratorio en Inglaterra, teólogo
Sermón «Observando»
"¡Mirar!" Jesús insiste. No debemos simplemente creer, sino velar; no simplemente amar, sino observar; no simplemente obedecer, sino estar atento. ¿Estar atento a qué? Para ese gran acontecimiento, la venida de Cristo. Parece que vemos un deber especial que se nos impone, algo que naturalmente no nos viene a la mente.
La mayoría de nosotros tenemos una idea general de lo que significa creer, temer, amar y obedecer; pero tal vez no contemplamos ni aprehendemos lo que significa mirar.
Vela por Cristo, que tiene una mente sensible, ansiosa y aprensiva; que está despierto, vivo, perspicaz, celoso en buscarlo y honrarlo; que vela por él en todo lo que sucede. Y vela con Cristo (Mt 26, 38), que, mientras mira al futuro, mira hacia el pasado, y no contempla así lo que su Salvador le ha comprado, como para olvidar lo que ha sufrido por él. Vela con Cristo quien conmemora y renueva en su propia persona la Cruz y la Agonía de Cristo, y toma con gusto ese manto de aflicción que Cristo llevó aquí y dejó tras de sí cuando ascendió.
Y por eso en las Epístolas, tantas veces como los escritores inspirados muestran su deseo de su segunda venida, tantas veces muestran su recuerdo de la primera, y nunca pierden de vista su crucifixión en su resurrección. Si les habla a los corintios de " esperando la venida de nuestro Señor Jesucristo" (1Cor 1,7 - 8) también habla de "llevando siempre en el cuerpo la muerte del Señor Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo". (2Cor 4, 10)... Así, el pensamiento de lo que Cristo es, no debe borrar de la mente el pensamiento de lo que él era. Y la misma unión de pensamientos opuestos se nos imprime en la Sagrada Comunión, en la que vemos la muerte de Cristo y resurrección juntos, al mismo tiempo; conmemoramos el uno, nos regocijamos en el otro; hacemos una ofrenda y obtenemos una bendición.
Esto entonces es mirar; estar desapegado de lo presente y vivir en lo invisible; vivir en el pensamiento de Cristo como vino una vez y como vendrá otra vez; desear su segunda venida, desde nuestro recuerdo afectuoso y agradecido de la primera.
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