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«Imitando la generosidad de Dios»


maronitas

San Gregorio Nacianceno (330-390)

Obispo y Doctor de la Iglesia

Sobre el amor a los pobres



En nada se parece más el hombre a Dios que en su capacidad de hacer el bien, y aunque sólo seamos capaces de hacerlo en un grado completamente distinto, hagamos al menos todo lo que podamos. Dios creó al hombre y lo resucitó después de su caída; por tanto, no desprecies tú a quien ha caído en tiempos difíciles. Dios, conmovido por la gran miseria del hombre, le dio la Ley y los profetas, habiéndole dado ya la ley no escrita de la naturaleza. Se preocupó de guiarnos, ayudarnos, corregirnos. En definitiva, se entregó a sí mismo como rescate por la vida del mundo.


En cuanto a ti, cuando navegues con el viento en popa, extiende tus manos a los que naufragan. Cuando gocéis de salud y de abundancia, prestad ayuda a los desdichados. No esperéis a aprender a vuestra costa qué es el egoísmo maligno y qué bien es abrir el corazón a los necesitados. Tened cuidado, porque la mano de Dios castiga a los presuntuosos que se olvidan de los pobres. Aprended la lección de las desgracias ajenas y sed generosos con los necesitados, aunque sea con ayudas mínimas. Para él, que carece de todo, no será inútil.


Ni tampoco para Dios, si habéis hecho lo que habéis podido. Que vuestra prisa por dar supla la insignificancia de vuestra dádiva. Y si no tenéis nada, ofrécele vuestras lágrimas. La piedad que brota del corazón es un gran consuelo para los desdichados y una compasión sincera endulza la amargura del sufrimiento.

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