San Pedro Crisólogo (c.406-450)
Obispo de Rávena, Doctor de la Iglesia
Sermón 9; CCL 24,64 ; PL 52, 211
“Tened cuidado de no hacer obras de justicia para que la gente las vea”. ¿Por qué no? Si la gente los ve, ¿qué obtendrás de ellos? “No tendréis recompensa de vuestro Padre celestial”.
Hermanos míos, el Señor no trae juicio aquí sino que da una explicación. Él arroja luz sobre las artimañas de nuestros pensamientos; desnuda las intenciones secretas de nuestras almas. Llama la atención sobre la medida de una retribución justa para aquellos que injustamente reflexionan sobre la justicia. La justicia que se presenta ante los demás no puede esperar ninguna recompensa divina del Padre. Quería ser visto y fue visto; quería agradar a los demás y les agradó. Ha recibido la recompensa que quería; la recompensa que no quiso, no la tendrá.
“Cuando des limosna, no toques la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas”, “Toca tu trompeta”: esta es la frase exacta en la que este tipo de limosna se parece más a un acto de guerra que de paz. Pasa completamente a su sonido pero no tiene nada que ver con la misericordia.
Proviene de la tierra de la desunión pero no se ha nutrido del bien. Es un trato de apariencia exterior, no un comercio casto.
“Así que, cuando deis limosna, no toquéis trompeta delante de vosotros, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para ganarse la alabanza de los demás. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa”. Habéis tomado buena nota: la limosna ofrecida en una reunión, en las plazas y en las esquinas de las calles, no es una ofrenda hecha para consolar a los pobres, sino que ha sido presentada ante los ojos de los demás para atraer su admiración. Huid de la hipocresía, hermanos míos. Hermanos, huid de ella... No trae consuelo a los pobres; los gemidos de los vagabundos son sólo un pretexto para buscar aún más activamente para sí una gloria espectacular. Infla su elogio del sufrimiento de los pobres.
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