San Clemente de Alejandría (150- c.215)
teólogo
Sermón «¿Qué hombre rico puede salvarse?»
“Quien dé de beber un vaso de agua fría a uno de mis discípulos, en nombre de discípulo, no perderá su recompensa” (Mt 10, 42). Ésta es la única recompensa que no se pierde. Y nuevamente: “Hazte amigos con ganancias deshonestas para que, cuando fracases, te reciban en habitaciones eternas” La propiedad que poseemos no es para uso solo de nosotros mismos, pero con la ganancia que es injusta podemos hacer algo justo y vivificante y reconforta a aquellos a quienes el Padre ha destinado para sus moradas eternas.
¡Cuán admirable es la frase del apóstol Pablo: “El Señor ama al dador alegre” (2Cor 9, 7), al que se deleita en dar! limosna, que siembra abundantemente para que también coseche en abundancia, y que comparte sin murmuraciones, vacilaciones ni arrepentimientos. Pero aún mejor que esto es la palabra dicha por el Señor en otro lugar: “Da a todo el que te pida” ( Lc 6,30).
Considere, entonces, la espléndida recompensa por su liberalidad: ¡una habitación eterna! ¡Oh excelente comercio! ¡Oh divino comercio! ¡Compras la inmortalidad por dinero y, al donar las cosas vacías del mundo, recibes a cambio una mansión eterna en el cielo! Así que, ustedes, ricos que tienen sabiduría, dedíquense a este negocio. ¿Por qué dejarse traspasar por los diamantes y las esmeraldas, por las casas que el fuego devora, el tiempo destruye o los terremotos derriban? No aspires a nada más que a morar en los cielos y reinar con Dios. Un simple hombre, un mendigo, os conseguirá este reino. El Señor no dijo: “Dad, sed generosos, ayudad a vuestros hermanos” sino: “Haced amigos para vosotros mismos”. La amistad no surge de un regalo, sino de una larga intimidad. Porque ni la fe, ni la caridad, ni la paciencia son obra de un día, sino que “el que persevere hasta el fin, será salvo” (Mt 10, 22).
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