Isaac el sirio (siglo VII)
monje cerca de Mosul
Discursos ascéticos
Oh Señor, hazme digno de renunciar a mi propia vida por la vida que es la tuya. La vida de este mundo es como la de los que sirven de letras para formar palabras. Pero la vida del mundo venidero es como algo escrito sin un solo error en libros sellados con el sello real en los que no hay nada que añadir ni nada que faltar. Y así, mientras estemos en medio del cambio, prestemos atención a nosotros mismos. Mientras tengamos control sobre el manuscrito de nuestra vida, sobre lo que hemos escrito con nuestras propias manos, esforcémonos por añadirle todo el bien que hayamos hecho y borrar los errores de nuestro comportamiento anterior.
Mientras estemos en este mundo, Dios no pone su sello ni en el bien ni en el mal. Lo hace solo en el momento de nuestro fallecimiento cuando nuestra obra ha sido cumplida, en el momento en que estamos a punto de partir.
Como dice San Efrén: debemos imaginar nuestras almas como un barco listo para el viaje pero que no sabe cuándo vendrá el viento, o como un ejército que no sabe cuándo sonará la trompeta para llamar a la batalla. Si esto es lo que dice sobre el barco y el ejército esperando algo que posiblemente nunca sucederá, cuánto más no debemos prepararnos antes de que ese día llegue de repente, antes de que se baje el puente y se abra el puerto del nuevo mundo.
Que Cristo, el mediador de nuestra vida, nos conceda estar preparados.
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