Es la Fiesta del Glorioso Bautismo del Señor y la Apertura del Ciclo de la Epifanía del Señor. En esta solemnidad se bendice el agua durante la misa sumergiendo tres carbones encendidos que representan el fuego de la Santísima Trinidad que descendió de la eternidad para quitar los pecados del mundo (cf. Jn 1, 29).
Por: Alberto Meouchi Olivares - Maronitas.org
El 6 de enero la Iglesia Maronita celebra la Fiesta de la Manifestación o Epifanía del Señor (en arameo: ܥܺܐܕܳܐ ܕܕܶܢܗܳܐ) acontecida en el momento del Bautismo en el río Jordán. Es la Santísima Trinidad que revela su presencia en el mundo: la voz del Cielo (el Padre) y la imagen descendiente de una Paloma (el Espíritu) sobre Nuestro Señor Jesucristo (el Hijo) (cf. Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; Lc 3,21-22; Jn 1,29-34).
Nuestra tradición maronita está revestida de múltiples simbolismos muy bonitos:
Jesús pasa a medianoche: en la vísperas de la Epifanía del Señor, el día 5 de enero a la media noche, las familias «reciben» simbólicamente a Cristo dándole la bienvenida con sus velas encendidas y recogidos en oración. Se coloca un poco de masa de harina (símbolo de la Eucaristía) en la entrada principal adornada según cada familia lo disponga, para representar que el fermento de esa masa inducirá a la presencia de Dios en nuestras vidas: el bautismo es el comienzo de una nueva vida. El permanece en media noche en oración es también un gesto que recuerda la caridad de tanta gente buena que se desvela cuidando enfermos o haciendo trabajos nocturnos mientras el pueblo descansa.
La creación entera se inclina: ante la visita de Dios al mundo (la encarnación, cf. Jn 1, 14) toda la creación le rinde pleitesía, a excepción de dos árboles: la higuera y la mora. El árbol de la higuera, que fue maldecido por Jesús por no producir frutos (cf. Mc 11, 12-19), es considerado el árbol del bien y del mal (también el árbol del conocimiento) del que comieron sus frutos Adán y Eva en el Paraíso (cf. Gn 2, 16) y que, por medio de él, entró el pecado al mundo. Mientras que el moral simboliza la soberbia del hombre que quiso ser como Dios (cf. Gn 3, 5).
Por siempre, por siempre: con esta expresión (en arabe: دايم دايم / deyim deyim) se felicita y saluda en este día. Es una expresión que refleja que «por siempre» recordaremos lo que hizo Dios por nosotros con su visita: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo» (Lc, 1, 68).
Botella de agua bendita: se coloca debajo del árbol de Navidad o en un lugar o repisa —el altar del hogar— para recordar el Bautismo del Señor y nuestro bautismo por medio del cual se nos borró el pecado original. Cada miembro de la familia se santigua con el agua bendita pidiendo al Señor Jesús que aleje de sus vidas todo que lo pueda alejarlos de Dios y para invocar su protección contra las acechanzas del maligno.
Postres especiales: no se pueden dejar de lado en la festividad un gesto de júbilo en la comunidad familiar como son los postres del festín. Se preparan un par de postres especiales de harina freída para este día: el عوامة (‘awamat o ‘ouwaymat), que significa “flotar”, pues son uno dulces que se sumergen en almibar para significar que Cristo se sumergió en el río Jordán; y el الزلابية (zlabia), un dulce alargado glaseado de azúcar (churros) que según las personas mayores representa el dedo índice de san Juan el Bautista que señalaba a Jesús diciendo: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» ( Jn 1, 29).
Reunámonos con nuestra familia y oremos con fe y reverencia para recibir a Jesús en nuestro corazón y permanecer con él «por siempre, por siempre» (دايم دايم / deyem deyem).
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