Juan Tauler (c.1300-1361)
dominicano
Sermón 7, Para el domingo de la Septuagésima
Cuando un hombre recto siente dentro de sí la inclinación a poseer a Dios, o la gracia, o lo que sea, entonces debe pensar muy poco en la satisfacción personal que esto pueda traerle. Personas que atribuyen sus dones corporales y espirituales enteramente a Dios son los únicos capaces y dignos de recibir siempre más gracias.
Hijitos, el caso de personas como éstas es como el madero de la vid. Exteriormente parece negro, seco e inútil. Para quien no mira más de cerca, parece que no sirve más que para ser arrojado al fuego y quemado. Pero en el interior, en el centro de ese brote, se esconden venas llenas de vida y de gran fuerza que producen frutos más preciosos y dulces que los de cualquier otra madera o árbol.
Lo mismo ocurre también con estas personas, las más amables de todas, cuyo corazón está puesto en Dios. Exteriormente, en apariencia, son como gente que está pereciendo: parecen madera negra y seca, ya que, por fuera, son humildes y pequeños.
Éstas no son personas de frases arrolladoras, grandes obras y hazañas sobresalientes. Carecen de atracción externa y, en su propia opinión, no brillan en nada. Pero quien comprendiera la veta vivificante que hay en lo más profundo de su ser, donde renuncian a su ser natural y donde Dios es su suerte y su apoyo: ¡qué felicidad le reportaría este conocimiento!
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