Juan Tauler (c.1300-1361)
Dominic
Sermón 53
Nuestro Señor dijo: “Muchos profetas y muchos santos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron”. Debemos entender a los profetas como las mentes grandes, sutiles y razonadoras que se aferran a la sutileza de su razón natural y extraen de ella el vacío. Esos ojos no son felices. Debemos entender a los reyes como hombres naturalmente dominantes, con una energía fuerte y poderosa, que son dueños de sí mismos, de sus palabras, de sus obras, de su lenguaje, y que pueden hacer lo que quieran en cuanto a ayunos, vigilias y oraciones. Pero hacen de ello una gran cosa, como si fuera algo extraordinario, y desprecian a los demás. Ésos tampoco son los ojos que ven las cosas que los hacen felices.
Todas esas personas querían ver y no vieron. Querían ver, y se aferraron a su propia voluntad. El mal está en la voluntad… Nuestra propia voluntad cubre nuestros ojos interiores como una membrana o una película cubre el ojo exterior y le impide ver…
Mientras permanezcamos dentro de nuestra propia voluntad, estaremos privados del gozo de ver con el ojo interior. Porque toda verdadera felicidad nace del verdadero abandono, del desapego de nuestra propia voluntad. Todo eso nace de la profundidad de la humildad… Cuanto más pequeño y humilde es el hombre, menos tiene voluntad propia.
Cuando todo se ha calmado, el alma ve su propia esencia y todas sus facultades; se reconoce como la imagen racional de Aquel de quien ha salido. Los ojos… que miran hasta aquí pueden con razón llamarse bienaventurados por lo que ven. Lo que el hombre descubre entonces es la maravilla de las maravillas, lo más puro, lo más seguro… Ojalá sepamos seguir este camino y ver de tal modo que nuestros ojos sean bendecidos. ¡Y que Dios nos ayude en esto!
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