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«Alegraos conmigo porque he encontrado la oveja que se me había perdido»

San Pedro Crisólogo (c.406-450)

Obispo de Rávena, Doctor de la Iglesia

Sermón 168, 4-6

maronita

Este hombre que tiene cien ovejas es el buen pastor (Jn 10,11), Cristo es el pastor misericordioso que había convertido todo el rebaño de la humanidad en una sola oveja, es decir, Adán. Había puesto a esta oveja en las delicias del Paraíso y en la región de los pastos de la vida. Pero, ignorando el aullido de los lobos, olvidó la voz del pastor, perdió el camino que conduce al redil de la salvación y se encontró toda cubierta de heridas fatales. Cristo vino al mundo a buscar a esta oveja y la encontró de nuevo en el seno de la Virgen.


Vino, nació en la carne, puso a la oveja en la cruz y la cargó sobre los hombros de su Pasión. Después, lleno de la alegría de la resurrección, la elevó mediante su Ascensión a las moradas celestiales.


“Llamó a sus amigos y vecinos”, es decir a los ángeles, “y les dijo: “Alegraos conmigo porque he encontrado la oveja que se había perdido””. Los ángeles cantan y exultan con Cristo por el regreso de la oveja del Señor. No se angustian al verla sentada ante ellos en el trono de la majestad, pues la envidia ya no existe en el cielo, de donde ha sido expulsada junto con el diablo.


Gracias al Cordero, que quitó el pecado del mundo (Jn 1,29), el pecado de la envidia ya no puede entrar en el cielo.


Hermanos, Cristo vino a buscarnos en la tierra; busquémoslo en el cielo. Él nos ha llevado a la gloria de su divinidad; llevémoslo en nuestros cuerpos por la santidad de toda nuestra vida.

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